MAGA abraza a un dictador chileno asesino

A veces hay un chiste astuto entre la izquierda latinoamericana: «¿Por qué no ha habido un golpe de estado en Washington, DC?» La respuesta es que allí no hay ninguna embajada de Estados Unidos. Pero el levantamiento del 6 de enero de 2021 y los esfuerzos asociados para hacer retroceder la victoria de Joe Biden señalaron que Estados Unidos ha dado un golpe de Estado que se recuerda. No tuvo éxito precisamente porque careció del apoyo de muchas instituciones, incluidos los militares y, principalmente, de funcionarios clave del Partido Republicano. Pero el plan estaba sacado del manual autoritario: al igual que Pinochet, Trump sólo aceptaría respetar los resultados de una elección ganadora. Al igual que con el golpe de Estado chileno de 1973, los militares se justificaron mediante propaganda que detallaba un plan imaginario para una toma del poder dictatorial por parte de la izquierda, basándose en conspiraciones y desinformación proporcionadas por comunidades en línea como QAnon y medios de comunicación de derecha el 6 de enero. De boca del presidente Trump.

Pinochet perdió el referéndum en 1988 y trató de revertir los resultados. Presionó a los miembros de su propio gabinete para que le otorgaran poderes de emergencia. Trató de argumentar que su voto del 43 por ciento era en realidad una victoria. El secretario general de su gobierno se desplomó en el acto debido a un ataque cardíaco y otros miembros de su gobierno rechazaron sus planes. Aunque Pinochet finalmente no tuvo más remedio que aceptar los resultados, el gobierno tomó medidas para protegerlo de la responsabilidad por sus crímenes como presidente. Siguió siendo comandante en jefe hasta 1998, momento en el que se convirtió en senador vitalicio; Ambos lo absolvieron del caso.

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El régimen militar también instauró un sistema electoral para favorecer sus intereses. El sistema «binomial» que estableció envió al Congreso a dos legisladores de cada distrito electoral. A menos que un partido derrote al otro con una mayoría de dos tercios, tanto el «ganador» como el «perdedor» irán al Congreso, dando a la minoría de derecha (y al campo que apoya a Pinochet) más poder que un porcentaje de la población. . Garantizado. Cambiar este sistema de votación en 2013 fue visto como un paso clave en la larga transición de Chile hacia la democracia plena.

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